Marejada.
Para los amantes de los universos distópicos, la fantasía llegaba a su fin. Ser protagonistas de su propia fábula resultaba estimulante.
Los medios proclaman a bombo y platillo la inauguración de una nueva realidad hasta ensordecer nuestras consciencias. Lo que ha pasado no es lo que te han dicho, y lo que está ocurriendo no es lo que te están contando.
Frenazo en seco del que ahora con orgullo henchido nos levantamos, como en aquella revolución de 1800.
Como dijo Sabina una vez, quién nos ha robado el mes de abril.
La vida toma un matiz tornasolado, tamiz de inefable textura de escarcha, lija de terciopelo que hiere, quema, doblega, hiela, sopla, acaricia y empapa.
Premura por volver a la normalidad sin pararnos a pensar que la normalidad era exactamente el problema. ¿Vale la pena volver? ¿Volver a qué? Algunos lo llaman la nueva realidad.
Caricias que antes sólo tocaban. Como si cada grano de arena no hiciera más que hundirnos en sus movedizas profundidades. Corazas envenenadas, murmullos sordos sin alma. Contrabandistas de sueños ofreciendo promesas de estraperlo con regusto y poso amargo.
Y yo m pregunto a qué normalidad quiero volver...
Para los amantes de los universos distópicos, la fantasía llegaba a su fin. Ser protagonistas de su propia fábula resultaba estimulante.
Los medios proclaman a bombo y platillo la inauguración de una nueva realidad hasta ensordecer nuestras consciencias. Lo que ha pasado no es lo que te han dicho, y lo que está ocurriendo no es lo que te están contando.
Frenazo en seco del que ahora con orgullo henchido nos levantamos, como en aquella revolución de 1800.
Como dijo Sabina una vez, quién nos ha robado el mes de abril.
La vida toma un matiz tornasolado, tamiz de inefable textura de escarcha, lija de terciopelo que hiere, quema, doblega, hiela, sopla, acaricia y empapa.
Premura por volver a la normalidad sin pararnos a pensar que la normalidad era exactamente el problema. ¿Vale la pena volver? ¿Volver a qué? Algunos lo llaman la nueva realidad.
Caricias que antes sólo tocaban. Como si cada grano de arena no hiciera más que hundirnos en sus movedizas profundidades. Corazas envenenadas, murmullos sordos sin alma. Contrabandistas de sueños ofreciendo promesas de estraperlo con regusto y poso amargo.
Y yo m pregunto a qué normalidad quiero volver...