El abismo y el vértigo que provoca la presencia inmaculada de una hoja en blanco. Un espanto, una pesadilla recóndita pero visceral que reconcome y mina brutalmente al sastre de las palabras. Benditas aquellas, las que vulgarmente se las conoce como musas. Caprichosas son. De naturaleza volátil, inaccesible, violenta, egoísta e inconstante.
La constancia. No hay un insulto de mayor calibre para los artesanos de palabras. Porque, nos guste o no, belleza y creación es eso, violencia vertiginosa, sacudida imprevisible, vórtice irremediable al abismo.
Espectro sinuoso, reflejo impuro, silueta imprecisa. Terror al enfrentar y afrontar tu visión en el espejo. Macabra magia, cruel ciencia que te devuelve tu imagen. Para que nunca se vaya y siempre vuelva. Egoísmo al encerrar tras él innumerables mundos y no dejar paso a nadie guardando celosamente el paso.
La constancia. No hay un insulto de mayor calibre para los artesanos de palabras. Porque, nos guste o no, belleza y creación es eso, violencia vertiginosa, sacudida imprevisible, vórtice irremediable al abismo.
Espectro sinuoso, reflejo impuro, silueta imprecisa. Terror al enfrentar y afrontar tu visión en el espejo. Macabra magia, cruel ciencia que te devuelve tu imagen. Para que nunca se vaya y siempre vuelva. Egoísmo al encerrar tras él innumerables mundos y no dejar paso a nadie guardando celosamente el paso.