Una despedida más como otras veces. Me dispongo a alejarme tras haberte dado los dos besos de rigor que saboreo frustrada y conformista.
Pero esta vez no es como las demás. Mi voluntad flaquea por momentos, vulnerable a tu encanto y magnetismo.
Me acerco. Poco a poco. Un fuerza invisible me mueve cual títere a su merced. Vacilo a escasos centímetros de tu boca. Te miro cómplice esperando algo que no sé muy bien lo que es. La inquietud oprime mi pecho y hace tambalear mi convicción. Me miras contrariado, confuso, sorprendido. Con un gesto imperceptible y fugaz me das a entender que no es el momento.
Me muerdo la lágrimas y la impotencia y te doy la espalda, dejándote atrás, entre las sombras, cabizbajo.
En un último vistazo, no logro ver tus ojos, ocultos en la penumbra.
Pongo pasos de por medio. Camino arrastrando los pies como si de losas se tratasen. Me pesa el alma.
Súbitamente algo aferra mi muñeca, dulcemente pero con firmeza, interrumpiendo mi marcha.
Me quedé ahí, helada, incapaz de girarme y encontrarme con tus ojos.
Te acercas con lentitud, mientras tu mano se desliza sutilmente desde mi muñeca para entrelazarse con mis dedos. Cerré los ojos.
Pegado a mi espalda retiras mi pelo con una dulzura infinita. Al roce de tus dedos me estremezco.
A mi oído y susurrando me dices:
-Espera.
Te sentí temblar como un niño. Tus labios toman rumbo a mi cuello erizando mi piel a su paso.
Y nos dejamos llevar irremediablemente, en las sombras, ocultos, entregándonos al delirio y la pasión.
Pero esta vez no es como las demás. Mi voluntad flaquea por momentos, vulnerable a tu encanto y magnetismo.
Me acerco. Poco a poco. Un fuerza invisible me mueve cual títere a su merced. Vacilo a escasos centímetros de tu boca. Te miro cómplice esperando algo que no sé muy bien lo que es. La inquietud oprime mi pecho y hace tambalear mi convicción. Me miras contrariado, confuso, sorprendido. Con un gesto imperceptible y fugaz me das a entender que no es el momento.
Me muerdo la lágrimas y la impotencia y te doy la espalda, dejándote atrás, entre las sombras, cabizbajo.
En un último vistazo, no logro ver tus ojos, ocultos en la penumbra.
Pongo pasos de por medio. Camino arrastrando los pies como si de losas se tratasen. Me pesa el alma.
Súbitamente algo aferra mi muñeca, dulcemente pero con firmeza, interrumpiendo mi marcha.
Me quedé ahí, helada, incapaz de girarme y encontrarme con tus ojos.
Te acercas con lentitud, mientras tu mano se desliza sutilmente desde mi muñeca para entrelazarse con mis dedos. Cerré los ojos.
Pegado a mi espalda retiras mi pelo con una dulzura infinita. Al roce de tus dedos me estremezco.
A mi oído y susurrando me dices:
-Espera.
Te sentí temblar como un niño. Tus labios toman rumbo a mi cuello erizando mi piel a su paso.
Y nos dejamos llevar irremediablemente, en las sombras, ocultos, entregándonos al delirio y la pasión.